Una sonrisa juguetona se dibuja en mi rostro, y sin estar
presente le robaste un suspiro a la tarde
nublada;cuando reflejada en la casta juventud que tengo en frente, recordé
unas líneas que compartimos, la rubicundez de mis mejillas, la irresistible
media sonrisa en tu cara ; si en ese
pasado perfectamente imperfecto, cuando la lozanía de mi modestia pululaba en letras excesivamente melosas,
hasta que te sentí recorriendo mi espalda desnuda con la mirada, encendiendo una
hoguera de la que aún me alimento, modelando un discípulo, convertido en
maestro , soltando minuciosamente palabras para que el escalofrío que las
mismas produjesen encendiera la esencia que mis palabras hoy te guardan.
Me reconocí casi indefensa es unos ojos angustiados que tratando
de mostrarse superados miraban el mundo escondiendo su timidez, me reconocí, con el mismo ímpetu
en la misma niebla que distrae al entornos de nuestros miedos, sabiéndonos deseados
sin saber cómo lidiar con ello, trémulos cual otoñales hojas se sucedieron miradas y sin estar estabas, porque
yo era lo que fuiste y la prístina presa se convirtió en lobo, mientras tu voz susurraba picaros comentarios en los límites
del jadeo y aun sin verte, él te sentía, ellos te sentías, lascivo y excitante
recorriendo la tactilidad de cada superficie, unos hombros encogidos, el color justificando
el dialogo sordo, mi sonrisa espejada en un “a mí también me da calosfríos” y
la situación bajo control aun contigo paseándote en el recuerdo.
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