Los días van pasando y te extraño, extraño algo tan simple
como escuchar tu voz a la distancia hablando de cosas cotidianas, extraño tu
escueta sonrisa que ilumina mis simplezas, extraño contemplarte de lejos en mi rincón
de espectador invisible y verte brillar, extraño cada mínimo gesto de tus manos
cuando algo te incomoda y tu escaso uso de palabras cuando el resto despilfarra
vocablos.
Sé que no puedo hacerlo, pero te extraño, eres mi consuelo,
una idea que alimenta mis letras, un hombro en el cual me apoyo cuando mis ojos
llenos de lágrimas derraman sus dolores convertidos en versos, el destinatario
omnipresente de este amor que no tiene con quien compartirse; la respuesta
certera a una pregunta existencial; aquel a quien esperaba y llego, un amigo conocido
en los sueños, en otra vida, en otro tiempo; la melodía que cual lluvia de
verano acuna mi sueño.
La página me grita, quiere que en ella te nombre, que haga
alarde de mi sentimiento, que me mienta pensando que me leerás, que ella será la
que te acerque a mí, la guía mágica de un reencuentro que lleva siglos sin ser
un hecho; y sin embargo me niego, sigo sollozando en silencio, desde el lugar
que sé, me pertenece, en lo oscuro de un cuarto donde nadie me ve, donde se cuál
es mi lugar y no tengo pretensiones infundadas; aquí donde el silencio es un
privilegio y el tiempo un martirio.
El año se acaba de nuevo y te extraño, solo sonríe en la
calle cuando los desconocidos te saluden, responde algún comentario en tus
redes sociales, habla con tu familia de ese sentimiento extraño que te
acompaña, sácale una que otra nota a tu guitarra y cuando lo cotidiano se
suceda paso a paso alejándote de mis sombras, reconoce que aun sin verme; de vez
en cuando; cuando un suspiro te roba el aliento, oyes el susurro de mi voz dictándote
poesía.
No hay comentarios:
Publicar un comentario