lunes, 12 de octubre de 2020

the best gift

 

La noche atravesaba el cristal, como si el interior y el exterior se encontraran, melancólicamente hermoso como un instante perdido, el sonido de la lluvia suave acompasando sus latidos, y el bufido de la respiración de él, requiriéndola desde la cama. Cada paso que la llevo a esa noche pasando por su cabeza, la tristeza de saber que solo podría retenerlo en su corazón, y la colcha abrazándola en su soledad acompañada, ni el sueño más osado la hubiera puesto ahí enfrente a ese ventanal con un cuerpo exhausto de amor tumbado a sus espaldas en la cama, una lagrima recorriendo su mejilla, y el vacío apoderándose de su pecho. Unos brazos rodeándole el cuerpo, un mentón apoyado es su hombro el susurro codiciado haciéndose eco en sus oídos, la misma inherente certeza del final que se a vecina, aprisionada en  el abrazo ajustado, en el silencio que casi se vuelve sollozo, en la realidad que los espera a la vuelta de la esquina y el plural que no debe ser dicho, una voz entre cortada negando lo obvio, dos corazones que al fin encontraron su nido, la quietud de la noche, la esperanza dibujada en las montañas, el rio corriendo , la luna escondida en la privacidad de unas nubes, la lluvia que cada noche suena a canción de cuna, un abrazo que se propone ser infinito, un instante que nunca ha ocurrido, un silencio embriagadoramente hermoso, dos cuerpo, dos mentes torturadas , un amor inimaginable y la postal encuadrada frente a la ventana.

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