Supimos compartir
Cada palabra dulce que conozco se diluye en este amargo
presente en que no las puedo usar; en que todo parece estéril; y a lo lejos,
como esos recuerdos que parecen borrosos, de un pasado que nos cuestionamos si
sucedió; te presiento. Es inútil negar, que esta sensación, que este dolor
constante por no poder reconocer tu rostro; esta certeza de saberte y aun así no
concretar el encuentro; no es simple
desvarió de mis manos por esta soledad
auto infringida; pero de que otro modo, si
no es por eso; yo sabría al verme
reflejada en otros ojos, al escuchar todo aquello que cualquiera quiere oír de
sus bocas, que no son para mí, si no fuera porque en otra vida, en otros mundos
ya nos hemo encontrados; ya nos conocemos, ya sabes cómo es levantarte a mi
lado, y dormir una siesta con el gato entre nuestras piernas. Tú también me
conoces, así como yo, cada estúpida discusión y el silencio que siempre las
sucede, la cocina como el lugar elegido para cada tregua y la cama el refugio
de todas las penas; como no negarme a cada rostro que me ha dicho mentiras, si
yo te sé, nos sé juntos; tal vez no hoy; tal vez no mañana; tal vez no en esta
vida, pero aun así no desisto de la idea, que tu música y mi poesía se junten y
el amor florezca.
Mis letras tienen esa melancolía que arrastran desde otros
siglos, una que carga con esperas interminables, con soledades, con estaciones
de tren y aeropuertos, una que sabe a distancia, a imposibles posibles por
breves instantes, a una tasa de té y otra de café; a árboles en infinitos tonos
pasteles lloviendo flores y mi sonrisa de niña que consigues difícilmente con
la simpleza de un globo o un dulce de feria.
Vez ,sé que en toda esta marea de números binarios, en miles
de otros idiomas que aun no entiendo, en un universal inglés o en este
castellano que maltrato utilizándolo vilmente estas, compartiendo esta
sensación, este vacío que se convierte en suspiro al levantar la vista en la
inmensidad de la noche y toparte con la luna; sé que te guardas como yo la
ternura de las letras para que solo me pertenezcan; sé que adoras las cosas simples y te
sobrecogen los cotidianos milagros de la vida; sé que esta noche cuando
volvamos a vernos en sueños caminaremos a orillas de un lago, o tal vez por un
bosque de árboles caducos y si la noche es lo suficientemente larga, colgaremos
los pies de aquel acantilado del que tanto hablo y con el tempestuoso mar de
testigo volveremos a profesarnos el amor que alguna vez supimos compartir.
No hay comentarios:
Publicar un comentario