martes, 9 de julio de 2019

Oleo de una mujer con sombrero






Todo parece flotar entre colores y formas difusas, mientras tus promesas se diluyen entre las notas que Silvio recita en mis auriculares.
El tatuaje en mi muñeca canta nuestra verdad en pasado, lo que tus ojos y los míos gritan silentes y la razón de tanta poesía y el escalofrió refugiado en los mejores y más largos abrazos.
Una guitarra, una tarde de invierno, unos ojos suplicantes y la razón que nos negó una posibilidad pero nos regalo una amistad.
Chagall siempre pinta en mis recuerdo tu rostro, la banda sonora de nuestras encuentros, las largas y interminables tertulias, los correo electrónicos que no hablan de nada, pero dicen todo, los dos convertidos en personajes, mis manos habidas de poesías, las tuyas sobre las teclas del piano invocando a Chopin; aun no sé si porque es mi preferido o porque lo compartimos.
Atesorando instantes efímeros como aquel en que apoyando mi  cabeza sobre tu hombro mientras tus manos discurrían sobre las notas, mis ojos se divagaban detrás de las hojas de los árboles y el viento recolectando poesías futuras.
Eres, mi lugar favorito, mi refugio, mi más fiel escudero, un suspiro retenido en un libro en lo alto de un anaquel esperando lo que nunca llegara.

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