Mi cuerpo se revuelve entre estas sabanas, sanadoras que compartimos,
el cansancio aun enviste con su cotidiano mal humor, el bajo resonante de tu corazón
y tu bufido, acompasan la lluvia que tímidamente retumba sobre el tejado, el
otoño se reconstruye lentamente, desde la hoguera inescrupulosa que la noche
anterior le regalamos, el sur quiere que me dejes, aun cuando ambos no queremos
separarnos. El lunes se hace inminente, no quiero alejarme de la cálida
caricia de tu piel abrazando mi cuerpo desnudo, pero el deber es un jefe estricto y
nada compasivo, trato de no turbar tu descanso, apacible y despiadadamente
hermoso; retengo la respiración y guardo esta imagen, perturbadoramente embriagadora, que retendré el resto del día
para continuar.
La tetera silva, mi mate es un hecho que me distancia más de la
cama, de tu cuerpo que aun yace en ella de la noche anterior, acercándome a las
demandas del trabajo y la lluvia que solo me recuerda a ti en cada gota. El café
borbotea, el aroma me arropa;huele a ti; la nota sobre la mesa es solo una
recado provisorio que mis labios te guardan, mientras el día arranca a regaña
dientes mientras tu aun somnoliento empiezas a percibir la distancia que es un
hecho, la cama que es un océano cuando no estamos juntos, y cuando el hastió me
acedia por la lejanía, el teléfono suena, leo cada palabra como si me las dijeras
susurradas, y la respiración se vuelve suspiro y el pronto reencuentro una
certeza que ilumina la mañana a pesar de la lluvia.
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