Resiste un instante, reten la respiración hasta que la necesidad
imperiosa de oxigeno explote en bocanada, en suspiro; relaja tus manos como si de ellas
saliera cada nota, cada caricia que el sonido propone desde los acordes
lujuriosos que nuestra música favorita le dicta; arde desde dentro; en implosión
virtuosa de sentimiento sin un gesto, sin un movimiento, silentemente belicoso como
me gustas; así cuando el dulce sabor de tus labios retenga la sinrazón de mis
temores, yo olvidare el tiempo en la promesa eterna que te ofrecí, que te ofrezco
y te ofreceré, el infinito sintético de una letra y la solazada explicación que
ni uno quiere dar.
Inhala, sosteniendo el mantra sagrado de amor que se exhala
en versos, engarzados en un rosario colorido que cuantifica mis pecados,
exaltando la gloria imponente y omnipresente de tu mirada; al blasfemar abstraída
por tu encanto reconozco la gran elocuencia poco elocuente de las palabras que
uso, y lo insignificante que parecen en tu presencia.
Enrosca al fin tus brazos alrededor de mi cuerpo, en sublime éxtasis, para que refugiada, resguardada,
libre y amada, descanse apacible en mi lugar favorito, donde lo onírico es la
realidad que ambos dibujamos en los sueños.
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