Hoy mientras
cocinaba estabas a mi lado, sonreí y me reprendí por soñar despierta,
seguramente en alguna historia te contaré cómo me sacaste una sonrisa y lo
difícil que es soñarte cuando aún no te he encontrado en la vida real.
El aroma a las cebollas escocían y mis ojos nublados
lagrimeaban, cuando apurada como de costumbre, cortaba las julianas de los vegetales
que necesitaba para preparar la cena; llevaba puesto los auriculares nuevos que
me regalaste por navidad, los pies descalzos y el gato de compañero; ese día había
sido difícil, mi cuello estaba entumecido, mi cabeza adolorida y aunque sabía que
eras tú lo que necesitaba mi orgullo nunca lo admitiría. Un grito estremeció el
silencio, cuando al darme vuelta para sacar de la alacena los fideos de arroz
para ponerlos en agua me topete contigo, no te había escuchado dije cuando
torpemente me encontré segundos después entre tus brazos y tu escueta sonrisa
ilumino mi cansancio, me sacaste los auriculares, ladeas la cabeza sin decir
nada, hiciste una mueca, tomaste mi teléfono y cambiaste la música, no antes de
emparejar el teléfono con el parlante , bajito cerca
del lóbulo derecho de mi oreja me susurraste, esto es mejor que lo que escuchabas,
un escalofrió me recorrió el cuerpo y el
cuchillo de cocina que aun sostenía con mi mano izquierda termino por caerse sobre
la tabla de picar, sonreíste de nuevo, de esa forma que no es habitual en ti,
pero cuando sucede es mágica acercaste la copa que ya habías preparado sin que
me diera cuenta , estiraste la butaca de la cocina y entregándome la copa te
ofreciste a terminar lo que había empezado. Mi día se ponía mejor, después del primer
sorbo de vino y la vista, tú en la cocina marinando los ingredientes, hablándome
apasionadamente sobre lo que estábamos escuchando, tuve que hacer un esfuerzo
para responder, y después de sacudir mis ideas, recopilarlas y saber que terminarían
adornando estas páginas, seguí la conversación, adoro cuando tienes en cuenta
mis ideas, cuando me explicas lo que no entiendo y hablamos de lo que nos hace
feliz, no importa cuán cansado haya sido el día, cuanta gente negativa nos
crucemos, siempre tenemos esa conversación, ese intercambios de ideas
cotidianas, que van desde el trabajo, hasta a quien le toca las compras la próxima
vez, y mantengo esos momentos como talismanes así cuando todo parece cuesta
arriba, sé que mientras preparamos la cena podremos encontrarle salida a los
problemas, o por lo menos hacerlos más llevaderos; porque a tu lado lo más
simple se vuelve sublime mientras seguimos hablando.
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