miércoles, 27 de marzo de 2019

hoy cocino yo


El otoño tiene un influjo mágico casi místico sobre mí, sobre la atmósfera y la tarde. Las hojas pavimentando las veredas de sus caducos y cálidos tonos, mientras el paseo es una norma, casi una ley implícita entre ambos. Dos manos entrelazadas, tus pasos que a la fuerza en lentecen a los míos, el sol descendiendo en tangencial hermosura, la plaza que nos espera, el mate que desde su bolso me dicta los tópicos de nuestra charla, un profundo suspiro silenciado por la ciudad agitada que no se da por aludida de nuestro escape, tu mano que se suelta de la mía, buscando exitosamente mi cintura y esa  proximidad tan cotidiana. Mi cabeza busca tu hombro para recostarme, aún falta para llegar, sé que sin decirlo escarmientas mi ausencia tratando de que disfrute el momento, unos transeúntes frente nuestro me recuerdan algún viaje que no compartimos, las sombras se alargan, la tarde nos tienta, nuestro banco en la plaza se acerca, las palabras empiezan su derrotero, el mate relaja la jornada, el sur susurra bienestares, vos y yo alivianamos tensiones en procesión de relatos estresantes, que pierden su fuerza al dejarse llevar por el viento. El termo va cediendo al frenesí de la conversación; y cuando el ultimo trajo llora en mi boca, guardas el termo, me acercas a vos y suavecito al oído reconfortar el comienzo de la noche con un “hoy cocino yo”.

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