miércoles, 9 de enero de 2019

Una estela de desorden

Fui dejando una estela de desorden a mi paso, primero los zapatos; una insignificante pero gloriosa victoria contra la opresión del mediocre mundo moderno , ya se que peco de existencialista y hasta sueno como esos pseudo New age millennials que se la pasan dando lecciones  de cómo vivir  una vida despojada y toman un Mocca Chai Vegano con Muffis sin gluten en un sobre valorado local de moda; pero que mis pies toque el piso frío o aun mejor el pasto después de la tormenta es sublime; la camisa va sufriendo mi impaciencia al tratar de desabotonarla, camino al sillón donde desparramada semi abierta y llena de pendientes dejo por fin la cartera, las llaves sobre la mesita de café de la sala mis aros alado, para cuando llegó a la cocina mi pantalón estan desabotonado mientras sin entender que estoy buscando bajo la aceleración frente a la heladera, pongo a enfriar un vino, hoy tengo ganas de vino, rebusco a ver que me apetece mientras las recetas se disparan en mi cabeza, sacó lo que necesito y lo  dejó sobre la mesada, el gato se hace saludar cuando entre mis piernas dibuja ochos, me acompaña a la habitación, toda mi ropa termina  en el piso como es debido, hasta el sujetador que para entonces ya ungía de las hojas de un arado surcando la piel, odio el calor, Los acondicionadores aire protestan todos al mínimo y una remera vieja y desgastada casi transparente me  sirve de vestimenta, la comida es un trámite, la tele de la sala parlotea en algún reality de Netflix, el gato espera atento que algo se caiga mientras cocino, la copa  de vino suda, y por un momento solo necesito eso silencio, soledad, tranquilidad, el día  se quedó en la puerta, la rabia del tránsito estacionada afuera, las preocupaciones esparcidas por la casa como mi ropa, la comida casi lista, el picaporte de la puerta se mueve, escucho tu plomiza pisada  caminar sobre mis pasos y juntar mi desorden, nadie dice nada, hasta que de vuelta de la habitación luego de saludar al gato, me das un corto beso en la base de la nuca y dices suave "quecomenos?", con la ahorrativa calidad que siempre guardan tus palabras.,

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