Tarareo una de esa canciones que ni idea tengo por qué las
conozco, mi mirada está perdida en los arcos interminable y decorados góticos
del Palacio, mis pensamientos se pierden tras una tal Porcia, y una emblemática
frase “una libra de carne, pero ni una gota de sangre”; el aleto de las palomas
que van escapando a mi paso rumbo al despejado cielo azul adornado por unas
cuantas nubes, me vuelven en mí. La cámara sigue colgada de mi cuello, de vez
en cuando aun sabiendo que lo necesito, prefiero disfrutar el momento,
contemplar la gente caminar, espiar un par de enamorados comiendo helado,
sentir la brisa acariciarme la mejilla y jugar con mi cabello; pero cuando la emoción
aflora ya se siente el sonido indiscutible de mi obturador retratar recuerdos,
recrear la imaginaria idea hoy real de aquel hermoso paisaje. Me pierdo entre
callejuelas y máscaras de carnaval adornadas, hasta que casi escondido en un rincón,
donde solo los locales suelen llegar, perdida de los turistas que me agobian
con tanta tecnología entre ellos y el paisaje, lo encuentro pequeño,
tradicional y único, con sus paredes de piedra y su pequeñas mesitas de hierro
negro en la vereda; me emociona practicar el poco Italiano que estuve
estudiando, llevo mucho queriendo probar el Carpaccio de este lugar, cuentan las
leyendas gastronómicas que aquí fue creado, me sobrecoge su simpleza y el
intenso sabor que excede mis expectativas; luego de unos cuantos Selfies con el
dueño que amablemente se sentó a contarme sobre el plato; vuelvo a mis
andanzas, a la sucesión de pasos que me llevan donde habíamos quedado en
encontrarnos y ahí en medio de uno de los puentes observando como el degrade cromático
de la tarde va dando paso a la noche estas; sumido en algún pensamiento que
compartiremos más tarde, arrullado por el sonido del agua y el canto de algún turista
que luego de sobornar algún gondolero desafina “O sole mio”; sonrio muevo la cabeza, levanto la cámara para
hacerte una foto y en el momento que el obturador vuelva a sonar, das vuelta
con una sonrisa de oreja a oreja y sé que te alegra que nos volvamos a ver.
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