Hace un tiempo escribí “quiero ensuciarme las manos de
pintura y ser libre”, hoy la sola idea se hizo deseo incontenible, la sola
sensación de las tizas oleosas bajo mis dedos azarosos, coloridos estimulantes
y amados, persiguiendo conjeturas , proponiendo emociones, pero sobre todo
ayudándome a dejarme ir sobre el papel , sin que el sentido mismo de la obra
sea una objetivo, dejando que mis manos huyan y con ellas mis pensamientos con
las notas que Chopin instalo en mi cabeza para esos momentos, así el tarareo
infantil y reconfortante me lleva de viaje por otro mundos, donde los colores
priorizan a la forma y la suave textura de la pintura acariciando la hoja es el
bálsamo sagrado para aquellos que logran despojar de pensamientos ese rito.
Hoy tengo la loca necesidad de acariciar y cual profano
ladro robarle al blanco impoluto de un lienzo, la eterna gloria que ese acto
acarrea. Él , yo , la pintura; abstracción nada
real; despojada de inhibiciones, presa del frenesí lírico de las notas
que estimulan a los dedos en este tacto delirio sagrado de los poetas, liberarme del dolor, para que todo floresca
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