No creo en las casualidades, por que a lo
lejos al escucharte hablar sobre tu vida, se que nos conocemos, tal vez no de
esta vida, tal vez en este espacio
tiempo no podamos vernos, sino como una figura tacita y distante, pero tengo
certeza de un nosotros que atraviesa mundos, dimensiones, vidas, porque te
conozco; intuyo nuestra cama, nuestro insomnio la manera tan dispersa de
dormir, y las esporádicas siestas a lo largo del día; yo comparto contigo la
misma visión de la vida, de lo que las personas etiquetan como logros, lo que
te dicen que tienes que ser, pero nada de eso importa si no es lo que realmente quieres hacer de tu vida.
Yo reconozco tu rostro al cerrar los ojos,
como si tu silueta a mi lado en el sillón de la sala frente al televisor viendo
una serie o una película o algún partido de la NBA, fuera cotidiana, ahí donde
Ipa siempre me acompaña, distante y compañero, silencioso, inmutable, casi como
si fueras uno con él .
Esperare mi otra vida, para encontrarte,
para compartir lo que en otras eras hemos compartido esta simpleza burda y
hermosa de la sencillez de una vida tranquila y a la vez belicosa que tanto
amamos, atraídos por el trabajo, por las pasiones, escuetos pero amantes ese
nuestro refugio en el que siempre nos reconocemos.
Las letras que se acumulan entre tanta
información innecesaria y las distancias se hacen abismos, y el tiempo se
distiende y se contrae y el Aleph me recuerda el sótano de la calle Garay, me
hace sentir como aquel personaje, cuando sin mas permiso que el de mis mismas manos tipeando sobre una hoja
cándidamente blanca ; exploto en lagrimas por que nos se , nos presiento, nos
reconozco, pero no puedo materializar la irrealidad que tan realmente se siente
como una verdad universal y absoluta.
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