Hace días me acompañas, transgresor y audaz como esas ideas
que cambian al mundo, susurrándome todo aquello que me aterra, la posibilidad
de un futuro diferente a esta monotonía y todo aquello que antes parecía improbable
al cerrar los ojos y habitar por un instante en tu impetuosa y orgullosa mirada
parece posible, como si tu voz me dictara los pasos, como si ese personaje en
el que te convertiste fuera todo lo que esperaba y al fin llego. No te imaginas
lo que es saberte musa, saberte amigo, quererte amante y cercano, entender este
nuestro mutuo silencio que la mayoría no comprende, la simple y sencilla
complejidad de la más profunda noche oscura, ese vacío que puebla el pecho,
cuando la creación nos enajena y esta forma tan impropia de comunicar los
sentimientos, tratando que la palabra no mueran, que la virtualidad no se
apodere del universo, que aquello que nos acercó no nos aleje.
La copa de vino teñida de una charla entre mi poesía y tu música
sigue sobre la mesa del escritorio, la pequeña grulla de papel que lleva tu
nombre me regala una sonrisa, y mis manos te persiguen, huyen tras la estela de notas
musicales, tras el abrazador y tórrido desdén que tu alma atormentada me prestó , tras esa idea que plantaste sutil en mi cabeza, tras de ese futuro que parece
imposible, pero gracias a ti hoy promete lo impensable; aun si todo está en nuestra
contra, aun si los caminos trazados se desvían y nada es lo que esperábamos; el
miedo, la parálisis espástica del no puedo a desaparecido, porque al cerrar los
ojos tu escueta y tímida sonrisa ilumina de posibilidades el oscuro abismo
donde habite durante años custodiada por la bestia.
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