lunes, 12 de febrero de 2018

Una absurda procesio de letras


La ciudad quedó a oscuras por unos minutos, ya no redes sociales, ya no televisión, ya no radio; hasta el ruido de los autos atravesando la madrugada pareció cesar; la garúa atormentaba las tejas  y el viento flirteaba abiertamente con las hojas de los árboles; un maullido a los lejos regresaba de su paseo nocturno y yo pensaba en una pesadilla recurrente, cada vez más esporádica,  que cambia  de escenarios pero no de actores, sigo estando yo diciendo que no a mi pasado y sigue estado él queriendo que todo vuelva a lo que era, y llega un momento en que logra que de mi brazo a torcer; sucumbo la mayoría de las veces por lastima; por una sensación de deber; mientras mi sensación general es “yo ya no soy, esa la que fui” y nosotros “ya no somos esos los que fuimos juntos” (creo que eso está en una poesía de Benedetti, pero digamos que va con la idea) me embriaga la sensación de Culpa; culpa que no quiero sentir; culpa que ya sentí en su momento y de la cual trato de alejarme. Me tomo mucho , mucho tiempo llegar a SER de nuevo, y esta pesadilla me agobia, me subyuga a un tiempo y un lugar , a la persona que lo representa, a la persona que yo era en ese momento y la cual nunca más seré, y sé que el que escribe es mi yo consiente, pero me aterra que mi subconsciente  me lo restriegue en la cara cuando me rodeo  de personas que y las  veo mirarme de arriba abajo y se lo que piensan  “ella”, “ella” no es la misma y no, no lo soy, no es solo físico el cambio, no es mi cabello corto, no son  los tatuajes, no es la pasión con la que hablo de lo que amo y la forma tan abierta en la que me expreso sobre lo que quiero y no en mi vida.
He llorado, me he reprimido, me he odiado, me he puesto en el nivel más bajo de importancia, por alguien más y rompí cada promesa que me hice a mí misma mientras crecía;  y con el  no solo rompí una relación larga y un tanto toxica, sino que se fue el yo toxico que me mantenía sosteniendo esa mentira por miedo, por baja autoestima.
 Aun después de saber conscientemente todas estas cosas  el pánico se apodera y me paraliza cuando mi subconsciente lo trae de nuevo en un mal sueño, recordándome que el camino está muy lejos de haber acabado y aun habiendo hecho todos estos cambios, me falta volver a amarme y volver a amar.
La luz volvió, el gato se acurruco a mi lado en la cama, el televisor hablaba sin sentido en el último canal  en que lo deje y mientras encontraba  las agallas para volver a dormir  por miedo a la pesadilla, agradecí  que  siempre están para que el pánico se describa  en una absurda procesión de letras.

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